Cuando nuestras palabras no acompañan
a nuestros sentimientos, nuestro dialogo interior no es claro. No
estamos siendo sinceros con nosotros ni con los demás. Esto, a menudo se
debe a varias causas:
- Es difícil mirar hacia nuestro interior. Nos dejamos llevar por una
sociedad consumista que nos ha enseñado a mirar hacia fuera, en lugar de
centrarnos en nosotros y en lo que necesitamos.
- Huimos de nuestros miedos mirando hacia afuera.
- Dedicamos poco tiempo a la reflexión y al dialogo.
- Nos preocupamos demasiado por lo que opinen los demás. De esta forma
dejamos de lado lo que de verdad queremos por miedo al rechazo.
Al tomar decisiones importantes, muchas veces hacemos lo contrario a
lo que sentimos, ya sea por vergüenza, por aparentar lo que no somos o
por miedo a ofender. Para evitar esto, es importante parar y escuchar
nuestros miedos y nuestro corazón.
Ser sincero con uno mismo es una liberación, dejamos de ser alguien
que no somos y tomamos consciencia de nuestra belleza y valía. Así,
nuestras decisiones serán coherentes con nuestros valores.